Hay cosas que con las que no se jode.
Hay caminos que no se desandan y venenos que no se prueban más, porque ya fueron letales muchas veces o quizás porque ya no matan.
Hay cosas con las que no se jode, mierda que no se revuelve. No se vuelve.
Y no importa cuanto llores, no importa si cambiaste ni importan tus ganas de intentar hacerme feliz para siempre. No importa tu "ahora si, ahora puedo, ahora". No importa.
No de mala, ni es de histérica. No disfruto que te arrastres.
Me duele.
Porque sé lo que te espera.
Ya caminé por la calle horas enteras, errante y llorando.
Ya me dormí mil noches con insomnios de pena.
Ya me quedé muda y rota horas enteras.
Y ahora pasaron los años y lamentablemente te toca.
Porque me toca a mi decirte el NO rotundo. No hay forma, no hay vuelta. De ninguna manera.
Es muy puto el olvido, hermano. Te cuesta, te mata una parte del alma hasta que llega. Pero llega y se queda. Y te hace fuerte y memorioso. Es un camino largo, de esos que no se desandan.
Y decías entre lágrimas "Nadie va a quererme como vos". Tan común el lugar. Y tan cierto, por cierto.
Porque, es verdad, yo soy de esas. De las que cuando quieren, quieren. De las que dejan marca, huella y entrega. Y sentada en mi sillón mientras casi caías de rodillas recordaba una tarde parecida a esta, de rotura. Yo rota frente a tu desidia y tu silencio. De rodillas ante tu viejo y olvidado desamor y desprecio.
"Deberías odiarme" decías hace un rato cuando yo dije que no podía amarte. Y sí, quizás debería.
Pero en el fondo soy de las buenas. Supe quererte y supiste matarme. Anduve rota mil calles y aprendí a perdonarte.
Van a quemarte las lágrimas, noches enteras la cara. Pero todo pasa. O eso dicen.
Ahí te vas, a empezar el olvido.
Llorarás lo necesario y un poco más.
Acá me quedo. Resistiendo el maremoto.
Con los ojos hinchados y el alma a cuestas.
Hay cosas con las que no se jode.
Hay caminos que no se vuelven porque el olvido, además de ser muy puto, es muy certero.
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