22 jun 2007

La niña, la terraza y las expulsión que no fue**

Corría alguna primavera de algún año de la primera mitad de la década de los 90. La niña tendría por entonces unos dulces 16 o quizás 15 y las hormonas, que ya habían estallado un siglo atrás (o fueron apenas unos meses?), le despertaban la certeza de lo valioso y útil (entre otras cosas) que le sería ese cuerpo durante los próximos ¿40? años.
Llamaremos a nuestra niña Ella.
Ella tenía la piel tersa, un tanto porosa y con olor a niña dormida. Tenía esos ojos verdes y un pelo ensortijado y claro que se le escapaba por algunos de los moños de su cola de caballo.
La manos largas de uñas, las axilas algo irritadas por las primeras ceras, la boca ya conocía el enrojecimiento que dejan los besos y sus curvas sabían del ardor de otras manos. Niña. Ella.
La primavera aquel año se había presentado pronta y temprana en su cuerpo y en el aire. Olía a flores, a rebeldías, el sol invitaba a ser tomado.
Aquella tarde Ella pensó que no podría soportar la hora de matemáticas. El colegio parecía adormecido por el sol y la terraza invitaba a una rebeldía. Ideó el plan.
Sabiéndose reconocida cómo buena alumna gozaba de cierta "buena relación" con docentes preceptores e incluso porteros del colegio. Esperaría que tocara el timbre que finalizara el recreo de las 4 y cuándo EL preceptor indicara a todos la entrada al aula le pediría que la deje ir un segundo al baño. Ella, que ya conocía el poder de sus ojos verdes, su piel tersa y sus curvas ardidas, sabía muy bien que Él no se negaría a su pedido.
Logrado el permiso, previa caidíta de ojos, caminó rápidamente en dirección al baño y creyéndose no observada cambió la marcha. Entró a la preceptoría desierta y tomó sin cuidado las llaves de la terraza. Impune, ingenua corrió las escaleras que la separaban de la puerta del sol, llegó al primer descanso miró para atrás y sonrió complacida. Nadie la vio. Abrió la puerta y se emborracho con el primer rayo de sol que le dio en la cara. Impetuoso y casi obsceno. Cruzó el umbral y salió directo a la primavera cerrando con llave la puerta tras de sí.
Buscó un lugar al que le quedaran al menos 40 minutos de sol directo y se quitó la remera. Su piel brilló como si hasta entonces hubiera estado presa. La carrera por las escaleras le había regalado algunas gotas de sudor que iban a morir al centro de su corpiño deportivo. Blanco el corpiño, entre abierta la boca, cerrados los ojos, recostó su cuerpo sobre la calidez que le deja a las baldosas el sol de las 4 de la tarde. Quema primero, entibia y suda miel después. Ella se sentía dueña de aquella rebeldía, de aquel nuevo cuerpo, de todo ese sol. Estiró los brazos entre abrió apenas las piernas y se dispuso a broncearse durante aquella fugitiva hora de matemáticas.
Pasaron así varios minutos, 25 seguramente, hasta que una nube le opacó el sol. Sin abrir los ojos se acomodó un poco el cabello que se le había arremolinado en la frente y se dispuso a esperar que terminaran los instantes que tarda una nube en empañar el sol de la primavera. Los segundos pasaban, la sombra se hacia larga y Ella se percató de que la nubosidad sólo la sentía en la cara. Las baldosas y el cuerpo seguían ardidos.
Un tanto desconcertada abrió los ojos. Un tanto ingenua enfocó la mirada y se encontró entonces con el recorte de la figura de Él.
Él era el preceptor a quién Ella creía haber evadido, el que se dejó seducir para el fingido permiso al baño, el que tenía unos corrompidos 23 años. Él, el lindo, el que ponía los límites, el que aveces jugaba a jugar a la niña que enamoraba al preceptor. Él, el platónico, el que la había visto correr con la llave robada escaleras arriba. Él, el que la había seguido, el que tenía una copia de las llaves de todas y cada una de las puertas del colegio, el que había entrado a la terraza con sigilo.
Él la miraba incrédulo, absorto sin saber si expulsarla o devorarla, sin saber si reprenderla o acariciarla, sin saber si llamar a sus padres o escaparse con ella, sin saber...
Ella atinó a cubrirse con la remera pero antes notó las dudas de Él. Notó su inquietud, su desconcierto, su represión por no absorber con besos ese soleado sudor que le resbalaba a Ella por el cuello. Notó su turbación, sus ojos fijos, sus manos prontas.
Ella comprendió y dejó caer cómo al descuído la remera que cubría improvisadamente sus formadas formas. Él vaciló. Ella se sintió poderosa por primera vez. "Perdón - dijo con voz núbil- es que quería tomar un poco de sol" y se acercó a Él un paso.
"Esto está mal" agregó Él y con un índice detuvo la gota de sudor que rodaba por mí hombro, ejemm!!... por el hombro de Ella quise decir.
Otro paso más y ya estaban enfrentados. Las bocas pegadas, la remera en el piso, las baldosas calientes, las manos en viaje por curvilíneas autopistas. Él corrompía un poco más sus jóvenes 23. Ella endulzaba sus dulces 16 y sonreía por dentro.
Los minutos, los besos, los sudores y las manos rebasaron los límites. Las palabras quedaron mudas de miradas y las pieles erizadas. Cuellos, vientres, espaldas, caricias, fricciones, ternuras. De a poco prohibiciones, leyes, responsabilidades y el timbre que indicó el fin de la hora de matemáticas devolvieron la cordura. Él reaccionó y se apartó. Mudos, rojas y crispadas las bocas. Cuándo por fin pudo hablar, furioso por haber perdido el control en las curvas de esa niña, dijo Él "Podrías ser expulsada por esto", Ella lo miró y después de pensar un instante contestó "Y vos podrías ir preso", tomó su remera, se la puso y acercándose a la puerta que la devolvería al mundo real agregó "Tenés llave no?".
Bajó las escaleras risueña y segura de haber firmado con su boca un tácito pacto de silencio que no sólo le permitiría continuar en el colegio sino que le daría absoluta impunidad hasta egresar.
Mientras, el sol siguió girando, entibiando otras baldosas y otros cuerpos pero cada tanto cuándo se detiene en la terraza de aquel colegio, busca divertido el recorte del cuerpo de alguna niña ansiosa de primaveras.
Y en esos días el sol de las 4 calienta más.....

** Este post es porducto de las elecciones realizadas por los lectores en el post de "mis 8 variables".