2 oct 2006

Cocina

Poco menos de un año después me le animo otra vez a la cocina. Más allá de las leyendas que circulan sobre mis (pocas) aptitudes culinarias, lo que me detenía hasta hoy eran los temores a los vagos recuerdos.
Entonces; en el umbral de esta otra cocina con una bolsa en cada mano y un nudo en la garganta doy el primer paso pensando que después de todo aquello, nada puede ser tan difícil.
Ni siquiera preparar lo que alguna vez fue el plato preferido.

Saco la tabla, agarro la cuchilla y noto lo liviano que parece todo ahora.
Primero los zapallitos, después las berenjenas, seguidos por el ají y la cebolla. Finalmente la zanahoria porque aprendí a dejar para lo último lo más difícil.

Mientras intento hacer lo mas parecido a un corte en juliana, Bronco moviendo la cola, espera cómo entonces que algo se caiga de la mesada para engullirlo sin que le importe en lo más mínimo que sea un grano de pimienta, un brote de soja o un lágrima.
Cómo entonces también el aceite de oliva salpicando en la sartén y el desorden de bolsas ocupando la mayor parte de la mesa.
Cómo entonces, mientras preparo una salsa con algo de tomates me trago una angustia que a diferencia de entonces ahora es más digerible.
Condimento con sal, pimienta y media lágrima esperando que sea, de una putísima vez, la última que se me cae.
Además le agrego el alivio de mis manos, la certeza de no querer más lo que no quiero y finalmente antes de volcar a olla, le tamizo una sonrisa y le canto de una canción.
A fuego lento se cocina entre el revuelto, el último vestigio de mi pena.
Afuera llueve y parece que adentro entre un abre latas y las cucharas sucias no se extraña tanto no extrañar.
Y justo cuando parece que flaquean mis fuerzas ante un deja vú de olor a salsa de soja mezclado con el olor de casa me emborracho con un sorbo de la resistencia casi añeja que se quedo en mis entrañas.
Sirvo en un plato igual de azul que los que tenía. Pero más profundo. Un vaso de coca light edulcorada con otra sonrisa.

En el fondo de la olla quedaron los rastros de algunos sueños quemados y pegado a las sobras de cebolla ennegrecida empiezo a dejar el miedo a cocinar y a transcurrir.

De postre planeo la cena de esta noche con amigos.

Esto sí que es comer sano.