9 jun 2007

Exorcismo

6 de la mañana y un taxi de escape. El aire que escaseaba, las palabras se habían salido sin permiso, y las imágenes asaltaron las retinas reteniéndolas casi para siempre. "Agarramos Córdoba, Álvarez Thomas, Galván, General Paz" dije. El taxista conocía y no hizo falta más. También parecía saber de silencios y curvas peligrosas. El aire que seguía escaseando y de pronto la necesidad de desintoxicación y el exorcismo. Necesidad de expulsar. Necesidad de no más una vez más. Respirando profundo, conteniendo las rebeliones del estomago y el alma y haciendo un esfuerzo inigualable para no exorcizarme ahí no más, en plena General Paz. Censurando la lágrima. Deshidratando la sangre y la historia. Más curvas, más sinuosidades. Veinte minutos después, con algunos errores en el medio, algunos excesos mal curados y algunos instintos desoídos llegamos a destino. (¿?) "Bajo en el próximo semáforo". Clavando los frenos de golpe el taxi y yo. No hay más a dónde ir. No hay más camino. Bajar del auto y que el hielo de la madrugada no enfríe. Lejos ladró un perro mientras tambaleándome llegue al hall. No eran las cervezas, ni el cigarrillo sino más bien la necesidad, creía yo, de descansar. "Necesito dormir" pensaba " Descansar y mañana seguir. Todo igual, sin esto ¿que me queda?". Ingenua. Cómo si no me conociera, cómo si creyera que puedo engañarme detrás de un supuesto cansancio. Detrás de un supuesto Él. De muchos Él. Subir las escaleras en puntas de pie no fue difícil. No, definitivamente no eran las cervezas. Abrir la puerta, prender la luz, abrazar al Perris y pensar "Esta noche no me saco el maquillaje, sigo con el teatro". Desvestirme a los golpes, desprenderme de ese olor y acostarme dispuesta a olvidarme de las imágenes, a justificarme y a empezar mañana una vez más. A seguir mejor dicho, a seguir una vez más. Ojos cerrados, dientes apretados y a dormir queriendo convencerme a pesar de todo de ser la mujer ideal. Y entonces todo empezó a girar. Me giraba la oscuridad, las espaldas, el asco, el sobrante de palabras, la exposición hecha rutina. Me giraba el estomago, el miedo, el tedio, la piedra en la que me convirtió este juego, me giraba el desvelo, los malos consejos, las envidias, lo rumores. Las canciones de Silvio me giraban. Y ahí decidí hacerme cargo. No más mañana, no más estrategia para los silencios, no más exposición. No más jugar a quererse, no más matices. No más Vos, no más Él. No más preguntas. Corrí al baño y vomité.Vomité las flores, las esperas, los desplantes, tu olor, el de él. Vomité el "Ojalá pase algo que te borre de pronto" que me cantaste un día, el "te quiero Caro" que él me dijo creyéndome dormida, el amuleto, la suerte, los anillos, las promesas, el cinismo, la piedra en la que me metamorfoseé. El frió del piso me calmó. Ya no me quedaba demasiado adentro pero llamativamente no me sentí vacía. Por primera vez en muchos días. Sola sí, pero no vacía. Exorcizada. Dormí sin soñar y a la mañana volví a vomitar los últimos vestigios de este casi macabro juego. A la noche borré un número del directorio de mi celular y salí a respirar. Sola, desintoxicada, un poco triste y en paz.