La noche parecía aburrida. Aburrida y afiebrada. La bronquitis que me dejó la estadía en lo de Hernán y Mel(*) afirmaba que mi temperatura seguiría en ascenso. Había suspendido algunos planes y todo indicaba que más tardar 12.30 estaría en la cama. Era mi última noche en "la casa del terror" y me decidí a pasarla con el antifebril en una mano y el caloventor en al otra. Entonces un llamado y él. él sin mayúsculas. él. Mínimo. él y sus " tengo ganas de verte" (otra vez); yo y mi "no me siento muy bien"; él y su "¿que te pasa, dónde estás, te voy a buscar?"; yo y mi "no hace falta, es sólo fiebre".
Cuatro insistencias y veinticinco minutos después él tocaba el timbre de la "casa del terror". Yo bajé a abrirle con mi fiebre en 39.3 y un manojo de tiritones. Puso su mano en mi frente y me calmé. En lo que tardamos en subir las escaleras le conté todo que el gato asesino, que el caloventor, que la estufa que prendió Agus, que el agua y su chorrito, que la cama fría y la bronquitis, bla, bla. Entramos al departamento y observó.
Resistiendo los embates del asesino y sin decir palabra cerró todas las llaves de paso, le puso comida al gato, cargó mis valijas en un brazo y mi fiebre en un abrazo y me llevó. él mínimo, ausente, sin mayúsculas me llevó. Yo haciendome la desvalida me dejé llevar. Por una vez me dejé llevar. Juguemos a la princesa en la torre custodiada por un gato-dragón. Jugamos.
Subimos al auto con todo y valijas. Podría haberle dicho que no, podría haberme cuidado sola, podría haberme llevado mi música y mi fiebre a otra parte, podría pero no. Fui.
Llagamos a su casa un ratito después. Me hizo un té, un te cuido, un te curo, un te ayudo. Abrió mis valijas y buscó mi piyama. Fue la primera vez que me acosté vestida en su cama. Temblando yo de miedo le mentí diciendo "es la fiebre". Fue la primera vez que me dormí en su cama sin preguntas. Sin sexo y con pañitos fríos en la frente.
Está mañana desperté una vez más en su abrazo pero nunca me había animado a dormir sobre su pecho.
Otro té. Un mate y otra vez a su pecho a dormir un rato más. Besos en la frente. En las manos, en el pelo. En los ojos y en la fiebre que se fue. El mimo, la charla, el reto "por qué no me llamaste", el sexo de confianza, de juntos. Y después, mil horas después, la realidad. La fiebre otra vez, la necesidad de irme rajando otra vez, escaparme otra vez, acordarme de quién es él otra vez, reconocer quién soy yo otra putísima vez. él. sin mayúsculas. yo también.
Por una noche jugamos a la princesa en la torre. A la mañana el cuento parecía tener un final feliz. No sé si por suerte o por desgracia, a la tarde me acordé que el príncipe azul en general destiñe.
Está noche volví a trasformarme en la mujer maravilla.
PD para seguidores de Sex and the City: Este post se condice con aquel capítulo en el que Mr. Big se enferma del corazón y Carrie va a cuidarlo. El delira de fiebre, baja las defensas y dice "¿Qué estamos haciendo ? y por esa noche son una promesa a futuro. A la mañana siguiente él vuelve a ser cínico. Ella vuelve a ver la realidad.
Up date (31/7/2007): Releyendo este post me encuentro con su pregunta ¿ Por qué no me llamaste? y me surgieron mil respuesta, un millón de respuestas pero cómo siempre...TARDE entonces cómo ya es tarde para contestarle las escribo acá para sacármelas de encima: No te llamé porque que si te llamaba no ibas a venir, porque siempre venís si no te llamo, porque no creo que te importara, porque es el último número que hubiera discado en caso de haberme decidido a discar un número, porque nos unen las ausencias, porque no existe nada que sea "la próxima vez", ni nada que sea "la última", porque si te llamo seguro no hay respuesta y si hay respuesta da lo mismo, porque son sólo momentos, porque no podemos hacer más que lo que hay, porque está todo tan tapado de mierda que ni podemos empezar a hablar, porque nos esquivamos las miradas, porque sólo preguntaste por cortesía y yo respondí con silencio. ¿Por qué no te llamé? Porque no.
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