21 abr 2008

Nº 20

Revolviendo las bolsas de basura de una historia que no es, fuimos a dar vos y yo otra noche, otra vez. Llegué tarde por primera vez a un encuentro. Tomé mi tiempo para arreglarme la inseguridad frente al espejo. Ni la mínima idea tendrías, Mínimo, de cuántas fueron mis idas y vueltas. Nada.
Vestido 80´s, botas altas y la certeza de siempre pero pegada en el cuerpo. Llegué cuando todos ya bailaban. Te escondías en unas sombras del costado, entre gentes y ojos chicos. Me acuerdo ahora mientras escribo que lejos quedaron los días en que esos ojos se apuñalaban.
Decía entonces, te escondías y yo simplemente llegaba, saludaba y me perdía entre la gente, la música y los flashes. Simplemente.
Sin mirarte ya sabía que tu mirada me seguía. Aprendí a saberla, traicionera, indiferente, por la espalda. Y es tan extraño sentir que a cada encuentro estoy más lejos. Y lo notaste. Que esta vez no era ni histeria ni estrategia. Simplemente lo notaste. Me estoy yendo lejos. Entonces me buscate. Hijos del rigor parecen ser los desamores. Buscaste, arrinconaste, jugaste y bailaste por y para mí por una puta vez. Y lo extraño también fue que no lo disfruté. Hijos del rigor decía.
El día se nos hizo tarde y el abrazo no fue a tiempo. La antesala del olvido.
Ya en la calle por primera vez en días el cielo estaba limpio. El humo se hizo humo. Respiré profundo y te lo dije "ya no hay humo". Y con esa frase empecé de sacarte de mi vida.



"Y estos, los úlitmos versos que yo le escribo"