25 jun 2008



Si me vieras retorcerme ante la pantalla del teléfono suplicándole a mi propia autoestima que te diga que no.
Si me vieras caminar inquieta mirando fijo tu idiota invitación a deshoras.
Si escucharas acaso las palabras de mi amiga diciéndome que no, que no más.
Si supieras del desvelo que me va a acompañar esta noche, envuelta entre mantas acurrucada en el sillón mirando la nada.
Si me vieras sintiendo que tengo que atarme a esta silla para que los demonios no me lleven hasta vos.
Si leyeras todas mis burlas, si supieras de mis ganas de verte arrastrar, de hacerte caer. De verte temblar.
Si supieras de esta ira. De estas palabras que tengo atragantadas.
Si me vieras en esta jaula con ganas de dolerte tan hondo. De darte de tu propia impunidad.
Pensarías, sin dudas que soy igual a las demás. Otra tonta deslumbrada con cuatro acordes y tres mentiras. Seducida por tu ángel y tu soledad. Otra más, sin música ni ritmo propio.
Otra barbie, otra mascota, otro objeto, otra más.
Y no, no es que yo me crea especial. Es verdad que por un instante lo creí. Lo especial que me vendiste. Lo superior que te creía. Pero todo duró un cuarto de noche allá lejos y hace tiempo.
Pasan absurdos lo minutos y vos recibiste mi negativa. Y yo intento quedarme tranquila.
Dije que no. Que no más. Que no así ni de ningún modo. Que no. Que no voy. Que ir tiene mucho costo. Que quedarme me va a dar alivio. Que no. Que con vos no. Ni bailes de jazz, ni penumbras, ni emociones, ni play, ni juego ni nada.
Y ya ni quiero que te arrastres.
Y ya ni quiero que me hables.
Y todavía me quedan ulceradas un par de cosas por decirte. Nada que no sepas. Aunque nunca nadie te lo haya dicho.
Te falta un poco de hombre, nene.
Y a mi, al lado tuyo me sobra mucha mina.