4 abr 2008

Ojos

Un tiempo atrás quisimos cruzar historias y la realidad nos superó. Quedamos entonces, a medio andar. El verano se vino extraño para los dos, extraños conocidos de rostros borrosos, voces anónimas y almas gemelas.

Hay veces que la soledad se instala y el mundo queda mudo golpeándonos la jeta contra nuestras propias ausencias. Y entonces una de esas veces estaba él.
Estábamos los dos transitando un insomnio. En cada punta del mundo cada uno. Hablando de borracheras necesarias, virtualidades, ascos y ausencias. Entonces la soledad se hizo más pesada y las ganas de un abrazo más necesaria. Eran las 2 de la mañana cuándo decidimos que cruzarías el mundo en colectivo para darme un abrazo y dos horas después en el medio de una noche cualquiera y una calle desierta nos abrazamos como si nada.
Él traía en su bolso una paz de ojos claros y sonrisa bendita. En sus manos unos nervios que se amigaron al instante con los mios. Lo senté en mi mesa a que me cuente y a cada palabra nuestro intento de borrachera se iba a morir con la noche que ya se hacia día. Y me contó de él, de sus historias de besos y obeliscos, de sus viajes de selvas y olvidos. Y habló de ella, de sus desganos y silencios, de sus zapatillas de lona y su lluvia. Yo escuchaba atenta, dispersa de a ratitos en sus ojos, esquivando de ratitos las ganas de abrazarlo.

Y ahora te hablo a vos:
Entonces ya se hizo de día y como si nada nos fuimos a dormir. Y nos atrevimos a mirarnos a los ojos. Y nos supimos vulnerables. Y nada era obligatorio. Y tus manos en mis rulos y mis manos en tus labios. Y vos. El de los besos que sanan, el de las manos que cuidan, el de los ojos que hablan, el del alma que tiembla, el de los abrazos seguros, el del sueño plácido, el de la piel hirviente. Y yo la que descubre que si tiene alma, la que te dejó entrar en mis ojos, la que tiembla en tus brazos, la que se duerme en tu espalda y se abraza a tu ombligo.
Amanecimos entonces al mediodía para hacernos los primeros últimos mimos, para mirarnos de nuevo con ganas, para sanarnos un poco más. Hicimos alguna locura como dos inexpertos y nos quedamos extraños pero con las almas serenas. Y acá estás ahora, leyendo estas palabras que no me convencen y no me alcanzan para decir nada. Te estoy dejando este regalo Gemelo, que es más que cualquier regalo que pueda darte, más que mi risa, que mi historia incluso más que mi cuerpo. Te dejo mis letras. Disconformes y escasas. Sin una sola presión. Palabras de gracias. De lindo. De acá estoy.
Palabras de una historia que al final, terminamos escribiendo.