5 mar 2008

Noche de naranjo en flor


Sonaba en sus pisadas la historia de un sábado al noche, dos desconocidos y un tango mentiroso

("..Era más blanda que el agua, que el agua blanda...").

Caminaban por Honduras y él tan nuevo, tan reciente, tan ficticio ya la estaba queriendo de la nada y para nada. Ella traía humo en las pupilas e incansable en la mirada y quiso entender que pasaba. Andaban en la noche y a la plaza. El entorno implotaba a cada instante. Él tenía esos ojos tan verdes de profundos y esa historia tan oscura de haber vivido. Ella caminaba como desnuda. Casi más viva que muerta

("...Después ¿qué importa el después? Toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado...").

Moría él por tenerla, vivía ella para jugar. Se acercaba él a cada minuto a su alma, se escapaba ella a cada paso para poder caminar. Se le salía la vida a él por los ojos, se le encriptaba el prejuicio a ella en la razón. Él quiso detenerla un segundo en su marcha. Ella para escaparse lo besó

("...eterna y vieja juventud que me ha dejado acobardado...")

Él le devolvió para siempre ese beso en mil besos de jugar al amor. Ella se dejó besar un instante los brazos y lo detuvo antes de que llegue al corazón. Entonces ella habló. Con él, con el extraño. Con el de los ojos de vida y beso. Y contó en aquella plaza de su dolor y su asco

("Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento...").

Le llegó a ella de pronto el llanto y el habla contenida en la piedra del alma. El humo quedaba lejos y el refugio de ser muda también. Se alejaba él unos centímetros para mirarla, abarcarla y saberla imposible de amar. "Sos tan dura mujer" dijo cuando ella casi empezaba a llorar

("...¿Qué le habrán hecho mis manos?¿Qué le habrán hecho?...").

Caminaron juntos desandando el camino para empezar a despedirse. El la abrazó y la quizo por un segundo como nadie en toda la vida. Ella volvió a sentir por un segundo como nunca había sentido en la vida. Y ahí estaban cruzando las vía muertas de esa historia no nacida.

("...canción de esquina con un pedazo de vida, naranjo en flor...")

Subieron entonces al taxi que los llevaría a no volver a verse. Él le pidió que se acerque y la acomodó en su pecho para transformarla en recuerdo. Le besó por única vez la frente y se guardó entonces ella su desamor

("...Perfume de naranjo en flor, promesas vanas de un amor que se escaparon en el viento...").

Ella bajó del taxi y se despidió medio muerta, medio viva. Caminó por la calle del hasta siempre y como siempre no miró para atrás.

("...Y en esa calle de estío, calle perdida, dejó un pedazo de vida y se marchó...").

* Este es un post un tanto encriptado y quizás inentendible. Quise contar que me crucé en estos días con un extraño que me dio un poco de lo que yo creía que ya no tenía. Me miró con los ojos más llenos de vida que jamás haya visto. Me hizo sentir. Eso, me hizo sentir. Más allá de que no pudiéramos enamorarnos, por una noche larga de charla y besos en una plaza me hizo sentir. Fue la noche más extraña y movilizadora de mi vida diría. Noche de naranjo en flor. Promesas vanas de un amor que se escaparon en el viento.