29 ago 2006

La intermitencia de las historias de andenes

Estaba en el 60. Muy tranquila. Acostumbrándome al sol para mí solita.
En el mp3 sonaba Contigo de Sabina.
Entonces lo ví. Sube al colectivo. Un poco despeinado. Igual que yo.
Miráme, miráme, miráme, miráme. Ups me miró.

Camina por el pasillo. Se para frente a mí asiento. Dice hola.
Me dispongo a contestar??.
El Sr. sentado a mi lado dice :- Hola tanto tiempo!
Entonces me enteré que es músico, soltero , que da clases particulares y que bajaba en Congreso para tomar el subte. Igual que yo.

Bajamos juntos del colectivo. Bajamos juntos por la escalera del subte.
- Pasa vos primero, dice. Tan grave la voz. Tan releído el libro que lleva en la mano.
- Gracias, digo.

Y de repente desaparece. Entre la gente. Y yo tan enamorada.
Bajo la escalera haciendo el duelo de la separación. Añorando sus ojos escondidos detrás de sus lentes finitos y esas manos tan de músico que da clases.

Entoces lo veo entrando al mismo vagón. Tan previsible. Tan poco casual. Tan prolijamente desprolijo.
- Hola de nuevo, dice.
- Hola, digo. Y hasta las orejas se me ponen rojas de verguenza.
Tan mi estilo. Tan mi tipo. Tan mis ojos preferidos. Tan lindas las manos. Su clavícula tan cómo a mí me gusta. Tan sentado frente a mí.

Mientra el fingía leer el libro y yo fingía no mirarlo nos cruzamos una galaxia de miradas. Y auque se que el escote ayuda, increiblemente EL no lo miró. Sólo los ojos.

Y así sin más llega Olleros.
- Bajás acá?, dice.
- Aja, digo.

Cómo si nada se abren las puertas. Cómo si no fueran las culpables de la imposibilidad de tantas historias. De la intermitencia de tantos amores. Tan fugaces.
Bajo y me quedo mirando cómo me mira por la ventana. Y el subte arranca.
Y me quedo parada en el andén mirando cómo se aleja el tren. Tan ajeno a las historias de andenes. Tan cómo en las películas.
El saludando por la ventana con su mano de músico.
Tan cómo a mí me gusta.